CONSTELACIÓN UTOPÍA: MÁS DINAMICA QUE NEW YORK
Gustavo De La Peña Aviles
Exactamente
como Merry Poppins al momento de desempacar, comenzó a sacar a todos los componentes
de la obra de una maleta de tiras cafés, de donde salió el barco que llevo a
los pioneros y sus familias, sus herramientas de trabajo, los elegantes guardarropas
con cuellos de encaje y los instrumentos de la banda musical que amenizaba las
horas libres de la colonia asentada frente al mar turquesa del Golfo de
California. De la maleta también se desempacaron sueños y no solo los de Albert
Owen, que creyó en la posibilidad de crear una sociedad perfecta en el noroeste
de México, sino también los del centenar de personas que abandonaron sus
hogares en los Estados Unidos para establecerse en un girón olvidado del
desierto, donde la escases de agua potable se convertiría rápidamente en un
problema.
Lejos
del afán de colonizar o convertirse en la figura mas importante de una población,
Owen, un ingeniero estadunidense recién llegado de Europa, se propuso hacer realidad
el sueño de varias personalidades al formar una ciudad donde todos los
habitantes gozaran de los mismos derechos y obligaciones, mismas diversiones y
ratos de descanso y la ausencia de billetes, cheques, vales o cualquier representación
monetaria. En Pacific City se gozaría, se dejarían volar los sueños cual
papalotes que los vientos del océano moverían imitando las embarcaciones que navegarían
a la par de las sirenas, que representadas en sombras sobre el escenario hacen
recordar los juegos de manos contra la pared con que nos entretenían de niños.
La
historia se va narrando en un plató miniatura en el que se van acomodando los
colonos, los cactus y las piedras de la árida Sinaloa, la marioneta de Owen que
no pierde de vista la costa y la serranía a través del lente de su miralejos y
los pocos metros de la vía ferroviaria, ya que otro de los proyectos de ensueño
del ingeniero fue el construir un ferrocarril desde la costa este de Estados
Unidos y el oeste de México, atravesando las extensas sierras de Norteamérica,
uniendo así en pocos días de recorrido el Atlántico y el Pacifico, sin omitir
que desde luego el tren terminaría su ruta en Pacific City, de la que Albert hizo
la traza urbana para tener una ciudad organizada, la misma que según sus
promesas llegaría a ser en muy poco tiempo una alucinante metrópoli de
esperanzas y que años más tarde recibiría el nombre de Topolobampo.
La
narradora de esta hazaña urbana que se va abriendo ante el publico como si
fuera uno de esos libros infantiles donde se alzan los edificios y se destapan
tapitas, no es ajena a la trama, pues se trata de la hermana de Ira Kneeland, a
quien el mismo Owen designo como fotógrafo oficial de la colonia. La joven escribió
varias cartas en las que narro como era la vida cotidiana del lugar que Owen vaticino
seria más dinámico que New York. Imposible no enlazar la escritura de la
señorita Kneeland con la correspondencia de Hélène Escalle, esposa de uno de
los directivos de la compañía de El Boleo en Santa Rosalía, el poblado que nació
para albergar a las familias de los trabajadores de las minas de cobre justo en
la costa contraria del mismo Golfo de California donde Albert fijo su proyecto.
Esta
narración bajo el cielo estrellado y con el oleaje de Pacifico y el correr del
agua del canal de fondo, nos permite darnos cuenta de que todo los pueblos del norte
de nuestro país tienen una historia compartida, llena de esfuerzos y tropiezos que
se tienen que contar, y en la que las mujeres tuvieron una participación importante,
llegando en casos excepcionales a escribirla desde su mirada y que al igual que
los hombres, también soñaron y se aferraron a dejar sus trazos en el mapa del tiempo.
LA MANDRÁGORA TEATRO
presenta CONSTELACIÓN UTOPÍA
Dramaturgia: Claudia
Arana y Ramón Briceño
Dirección: Ramón
Briceño
Diseño y realización de
escenografía, utilería y vestuario: Claudia Arana
Diseño y realización de
figuras de papel, Pop Up y títere: Claudia Arana y Ramón Briceño
Musicalización e
Iluminación: Ramón Briceño
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